Desde el año pasado en México nos dieron la mala noticia: el presupuesto para Ciencia, Tecnología e Innovación en 2017 sufrió un recorte del 10%.
Sólo al Conacyt se le asignaron 23% menos recursos que en 2016, lo que disminuye de manera importante las posibilidades de ofrecer becas para estudios de posgrado a jóvenes, y reduce la investigación científica en el país.
Esto significa que este año a la inversión científica se le quitaron casi 6 mil millones de pesos de los 76 mil millones asignados en 2016, y que el Conacyt ya no contará con 7 mil millones de pesos de los 34 mil millones que recibió el año pasado.
Pero ¿por qué queremos que aumente –o al menos no disminuya– la inversión del gobierno en ciencia?
Porque esto afecta la investigación que se realiza en las instituciones públicas de educación superior, indispensable para generar progreso y crecimiento económico a través de la productividad y la competitividad de México, y de manera global, para alcanzar los objetivos trazados en beneficio de la humanidad y el planeta, en términos de calentamiento global, seguridad alimentaria, y cambio climático, entre otros.
Por eso el pasado 22 de abril los científicos nacionales decidieron sumarse a la inconformidad mundial por los embates en contra de la investigación científica y durante la Marcha por la ciencia levantaron la voz: “Somos los científicos y los estudiantes de ciencias los que debemos tomar conciencia del papel que jugamos en la sociedad mexicana. Tenemos que construir la ciencia mexicana moderna como un factor que contribuya al bienestar de la sociedad, y los primeros que tenemos que ser conscientes de ello somos los científicos”, dijo Raúl Alva García, investigador de la UAM Iztapalapa, a la Agencia Informativa Conacyt.
Antonio Lazcano, investigador de la UNAM, fue un poco más allá: “Marchar por la ciencia implica marchar por la cultura, por una visión democrática de la sociedad, por la posibilidad de abrir opciones de desarrollo a la inteligencia, sobre todo a las capacidades de los jóvenes”.
A nivel mundial, las distintas versiones de la Marcha por la ciencia tuvieron su origen en las decisiones presupuestales en detrimento de la investigación científica tomadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con el argumento central de que el cambio climático no existe.
De acuerdo con datos de la Unesco, Estados Unidos aún sigue siendo el país que más invierte en Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), al destinar el 28% de su Producto Interno Bruto a este rubro. China se encuentra en segundo lugar con el 20%, la Unión Europea con el 19% y Japón con el 10%. México está en los últimos lugares, con una inversión de apenas 0.43% de su PIB, según el Banco Mundial.