El maíz es el estandarte de la comida mexicana. Sin él no podemos pensar en tortillas, tacos, totopos, panuchos, frituras o esquites y elotes que luego condimentamos con limón y chile. Incluso, ya con la globalización, hasta los cereales industrializados tienen como base este grano ancestral, productos y subproductos que hay toda una historia detrás de ellos.
El camino que toma el maíz para llegar a tu boca no es tan simple como sólo irlo a comprar. De hecho, puede ser bastante extenuante para los agricultores, quienes a lo largo del ciclo de siembra y cosecha tuvieron que luchar con el cambio climático, con los precios del grano, la disponibilidad del agua, la comercialización, el control de plagas y un sin fin de problemas.
Ante ese panorama, los “nuevos” agricultores tratan de minimizar los riesgos. Macario Serrano, agricultor del ejido de Mixquiahuala de Juárez, en Hidalgo, asegura que desde hace 30 años para sembrar ya no llevan a cabo la labranza convencional, sino utiliza semillas de maíz híbridas.
La apuesta en México por esta semilla es tal, que incluso el gobierno federal, a través de la Secretaría de Agricultura, Ganadería Desarrollo Rural (SAGARPA) autorizó a los agricultores sembrar el 30 por ciento del total de la cosecha de maíz (8 millones de hectáreas en todo el país) en un año.
¿Por qué híbridas?
Hay un gran interés en que México reduzca las importaciones y abastezca su consumo de maíz con producción propia en los próximos años.
El Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) asegura, a través de su director regional del Golfo-Centro, Sergio Alberto Curti, que es necesario aumentar la productividad del maíz dándole a los productores acceso a tecnologías apropiadas, incluidas las semillas mejoradas.
Las semillas híbridas son aquellas que han sido modificadas mediante el mejoramiento genético convencional que incluye la producción de líneas, variedades de polinización abierta y la hibridación.
En pocas palabras, el mejoramiento genético convencional de maíz se basa principalmente en la hibridación, mediante el desarrollo de líneas puras por auto-polinización, la producción de cruzas entre las líneas derivadas y la identificación de híbridos que tienen un rendimiento estable y confiable a través de un gran número de ambientes.
El mejoramiento genético del maíz en México es llevado a cabo por organismos públicos y empresas privadas. Los organismos públicos incluyen al INIFAP, varias universidades y centros de enseñanza agrícola como la Universidad Autónoma de Chapingo, el Colegio de Posgraduados, la Universidad Autónoma Antonio Narro y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). En los últimos años el papel de estas organizaciones ha ido disminuyendo, mientras que ha ido aumentando el de empresas privadas como Monsanto, Pioneer y Dupont.
La historia
En México, desde 1942, el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA), así como el Instituto de Investigaciones Agrícolas (IIA) y la Oficina de Estudios Especiales (OEE) —organismos antecesores del Inifap— desarrollaron variedades mejoradas de diferentes cultivos, las cuales representaron para los agricultores mexicanos opciones de mayores ingresos, menor costo y tolerancia a enfermedades y factores limitantes de la producción.
Las variedades mejoradas se inscriben ante el Catálogo Nacional de Variedades Vegetales (CNVV), que depende del Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS); al estar las variedades registradas en el CNVV se incorporan entonces al proceso para obtener la calificación legal y contar con la certificación de la semilla. Cada nueva variedad debe ser evaluada por lo menos durante tres años y en caso de lograr rendimientos satisfactorios similares o superiores a las variedades testigo comerciales, puede ser incorporada al Boletín de Variedades Recomendadas (BVR), publicado por la SAGARPA.
Las variedades mejoradas disponibles tienen el potencial para lograr el incremento en la producción de maíz que necesita México. En el INIFAP se ha realizado mejoramiento genético a partir de 10 de las más de 50 razas nativas de maíz, desde hace décadas.
Con ellas se ha podido cubrir las distintas provincias agronómicas. Hay maíces mejorados para los quince grandes macroambientes, que consideran grandes regiones agroclimáticas del país (Trópico, Bajío, Altiplano, Transición, Meseta semiárida del norte y Subtrópico semiárido, así como el uso de riego, humedad residual o bien precipitación pluvial) y las cuatro provincias agronómicas de la tierra de labor (riego, muy buena, buena y mediana productividad) de cada una de ellas.
Desde la perspectiva de Macario Serrano, quien lleva cuatro generaciones en este negocio, la labranza convencional es un método agresivo para la tierra -hoy mal utilizado, en su opinión- que afecta la integridad del suelo, especialmente en aquellos de baja estabilidad y/o con pendiente. Por lo general, esto se maneja o se decide con mucho de costumbre o de tradición y el utilizar nuevos métodos y semillas híbridas ayuda a una mejor fertilización, control de plagas y a obtener un mejor producto para la población con menos terreno.
Bibliografía consultada:
*Luna, M., M. A. Hinojosa R., Ó. J. Ayala G., F. Castillo G. y J. A. Mejía C. 2012. Perspectivas de desarrollo de la industria semillera de maíz en México. Revista Fitotecnia Mexicana 35:1-7.
*Estrategia Internacional para Aumentar el Rendimiento del Maíz, disponible aquí.